Hablamos del orden de llegada y es evidente que lo que se forma primero es la pareja, y acto seguido, y si llegan, son los hijxs.
Si hablamos de pareja, hace falta una madurez muy grande y muy consciente para no pedirle a la pareja lo que no está en la pareja.
Cada pareja tiene sus propios códigos, reglas, amores y dinámicas y al principio hay que sortear estas maneras de funcionar que vienen de las propias familias de origen. De forma creativa la pareja tiende a crear un nuevo marco dejando atrás la manera de funcionar de la familia de origen, creando una familia propia que cuente con sus propias reglas y llegue a tener más peso que las propias familias de origen.
Lo complejo llega cuando llega el primer hijo, o cuando hay un aborto, o cuando hay una crisis económica en la pareja, o hay una enfermedad de uno de los hijxs es decir, asuntos críticos que la pareja no sabe gestionar.
La solución es buscar formas de equilibrio en el intercambio respecto a los hechos, comprender, y respetar la forma de sostener o no el dolor de cada uno. Si es posible encarar el dolor juntos. Lo que generalmente ocurre es que la pareja no sabe sostener unida el dolor, no miran hacia un mismo lugar. Sería bueno poder vivirlo cada uno a su manera y permanecer unidos. Respetarse y apoyarse aunque las cosas se vean de diferente manera.
También es muy común que un miembro de la pareja o los dos, sean leales a su familia de origen, esto acarrea grandes dificultades de estar presente en la pareja y en la propia familia creada.
Para que fluya el amor es importante que cada uno ocupe su lugar; primero en la pareja que haya equilibrio, que nadie se sienta por encima o por debajo creyéndose superior o inferior. Y luego, en la familia propia con los hijos, cada hijo/a uno en su lugar por orden de llegada al mundo.